domingo, 23 de octubre de 2011

Frío.

 Mamá siempre dijo que los primeros copos de nieve son lágrimas del sol, que en invierno se pone muy triste porque ya no nos llega su calor.

 Esos días en que caían las primeras nieves, yo me sentaba en la acera de casa con la dificultad de volver a acostumbrarme a llevar capas y capas de ropa. La bufanda gastada, ya casi sin color de tantos inviernos como había visto, apestaba a bolitas de alcanfor y humedad, los guantes comenzaban a quedárseme algo pequeños y cómo me quedase el pelo tras quitarme el gorro con orejeras de todos los inviernos, me preocupaba por primera vez.

 Siempre me había gustado el frío: Cuando llegaba a casa después de clase, un delicioso olor proveniente de la cocina llenaba la casa y en la chimenea ardía un perfecto fuego que chisporroteaba dándome la bienvenida. De vez en cuando Liosha y su padre venían a almorzar y a hacernos compañía. El ambiente siempre era cálido y risueño, y algo flotaba en el aire que Lio y yo no llegábamos a comprender pero que no nos hacía siquiera falta, pues nos envolvía con una sensación familiar y acogedora. A veces, incluso, Vladimir, el padre de Lio, ponía el tocadiscos y sacaba a bailar a mamá mientras nosotros dos les mirábamos con el corazón henchido de felicidad.

 Pero ese invierno no. Yo había elegido a Dimitri sin tener en cuenta cómo cambiarían las cosas y el daño que eso iba a hacerle a Lio. No es que no fuese a elegirle sólo para que todo siguiese igual, como un cuadro en la pared que nunca cambia; le habría elegido igualmente, es sólo que no hice las cosas bien y causé más dolor del que debería. Destrocé mi rutina, y lo que es peor, los pequeños momentos felices de mi madre. Ese invierno lo pasé sentada en la acera, debatiéndome si entrar en casa o quedarme fuera y, cuando me decidía a entrar y abría la puerta, ningún olor delicioso provenía de ninguna parte; ningún fuego encendido me recibía al llegar.

 Nada. Sólo frío, escarcha en las ventanas y una nota en la cocina. ''Tienes la comida en la nevera. Caliéntala al microondas y listo''.

 Intenté arreglar la situación, juro que lo intenté, pero Lio no cogía mis llamadas; las cosas entre nosotros habían acabado muy mal. Rompí promesas y corazones y me llevé por delante mis maravillosos inviernos, que se tornaron lúgubres y eternos.

 Y me encontré sola. Por primera vez, sola, y sentí, por primera vez, verdaderamente frío.