Corrí hacia Alfred, sentado en el suelo, apoyado contra la pared e inclinado hacia delante. Había sangre por todas partes. Él no dejaba de toser. Más sangre.
Lo recosté sobre mis rodillas, sosteniéndole la cabeza con el brazo derecho; el izquierdo sobre la herida del pecho.
- Lo siento. -Tosió.- No he sido un buen hermano desde que papá y mamá sufrieron el accidente. -
- Shhhh... Calla. -Los ojos se me empezaron a llenar de lágrimas.- Has sido el mejor hermano que has sabido ser.-
- No... -Empezaba a respirar con dificultad y pesadez.- Casi olvidé que tenía personas que me apreciaban... Tan obsesionado como estaba con mis... -Tosió violentamente. Sangre.- Bueno, ya has visto en qué estaba metido...-
- Eso ya no importa. -Se me quebró la voz.- Si terminaste haciendo todo esto fue por protegerme... -
- Por miedo... -Me interrumpió.- Insensatez. Llámalo como quieras. -Tosía y tosía. Más sangre.- Como hermano mayor sentí que debía protegerte... Pero no me fijé en que era innecesario... En que alguien ya te protegía por mí...-
- Por favor... Por favor... No te vayas... -No pude contenerme más y rompí a llorar; apoyé la mejilla en su frente y lo mecí lentamente. Muy lentamente.- Se acerca tu cumpleaños; Erico te ha preparado un regalo muy especial: Unos gemelos de plata de papá; el tío Elroy ha hecho un vídeo para que lo veamos juntos. Llevaba varios días recorriendo la casa buscando álbumes y dejándola patas arriba con fotos por medio. -Tosió y luego suspiró. Suspiré.- Encontré una de cuando fuimos al Zoo con papá y mamá. Recuerdo que, cuando ví a los monos, no podía parar de llorar porque no les daban chocolatinas para comer... Y para consolarme, tú les diste una y se pusieron como locos. Recuerdo la bronca que te echaron, tanto los guardias del Zoo como papá y mamá. Pero, mientras te regañaban, me miraste, me sonreíste... Y dejé de llorar. -
Sonreí.
- Eras una niña muy rara... -Se rió, pero acabó tosiendo.- ¿Te acuerdas cuando... te pusiste a berrear como una loca cuando escuchaste por primera vez el final... de Caperucita Roja? Te dio tanta pena el lobo que mamá tuvo que cambiar el final del cuento, y todas las noches nos contaba como el lobo acababa de chacha de la abuelita, que ya estaba muy mayor... Y tenía demasiada reuma como para seguir con las tareas de la casa...-
- Fueron buenos tiempos...-
- La mejor época de mi vida.-
- Te vas a poner bien. -Rompí a llorar. No sabíamos si era una despedida, y si sería para siempre.- No dejes de visitarnos, ¿eh?.-
Lloré. Con sus últimas fuerzas puso su mano sobre la mía.
- No me imagino la vida sin tí...
- Pues vas a tener que hacerlo. -Cerró su mano sobre la mía.- Rose... Escúchame, Rose... -Levanté la cabeza, poniendo mi rostro frente al suyo.- Tienes que destruir todo lo que yo he creado. Hazlo... Por mí... Y por ellos... -Asentí seguidamente con la cabeza.- No cuentes nada de esto a Erico ni al tío... -Negué con la cabeza.- Confío en ti. -Abrió los ojos todo lo que sus párpados le permitían y me miró muy fijamente mientras una lágrima descendía por su mejilla.- No lo olvides.
Y no dijo más.
Lloré. Lloré como nunca había llorado, ni siquiera en la muerte de padre y madre. Lloré y lloré durante un tiempo que me pareció una eternidad. Y al fin, cuando, en teoría, me calmé, lo tumbé en el suelo.
Le dí un largo beso en la mejilla y me puse en pie. Tenía algo que hacer. Más decidida que nunca, fui en busca de Alex.
Salí por el agujero que había dejado en la pared aquella cosa, y fui en su busca.
Corrí. Corrí, corrí y corrí. No había luz en todo el hotel, así que estaba casi totalmente oscuro. Tropecé como unas doce veces, y cuando finalmente me caí, cuál sería mi sorpresa al levantar la cabeza y encontrarme con ''eso'' que había matado a mi hermano.
''Eso'' que ahora me miraba con un resplandor extraño en la mirada. Cerré los ojos con fuerza y me cubrí la cara con las manos, pero no sucedió nada. No se movió un milímetro.
Le miré con miedo, pero a la vez con curiosidad. Él se limitó a seguir mirándome, inmóvil.
Para mí, lo mismo podían aparecer por allí un Orco de Mordor o un elefante rosa, que yo ya no me sorprendería. A mi parecer, había perdido totalmente la cabeza.
Continúa en No te creas que no me he dado cuenta.
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