domingo, 6 de octubre de 2013

Verdugo

 Cuando desperté y abrí los ojos me encontré que no estaba solo. La chica de anoche aún estaba durmiendo a mi lado. Me invadió una sensación que no había experimentado nunca. Era la primera vez en mi vida que me despertaba junto a alguien. Había estado con un gran número de chicas, pero ninguna se quedaba a pasar la noche.
 Le aparté un mechón castaño de la cara. Ni siquiera sabía su nombre y, si me lo había dicho, no lo recordaba. Me resultaba totalmente inusual, ¿qué demonios debía que hacer? Resolví levantarme y pasar por el baño para vaciar la vejiga y, mientras me lavaba las manos, me miré al espejo. No me reconocí cuando vi un ligero atisbo de sonrisa en mi expresión habitualmente sombría.

 Volví a la habitación, me senté en la cama y la miré. Tenía una expresión de paz tan absoluta que me hizo sentir un intruso en mi propia cama. Me levanté, cogí un cigarrillo del paquete de la mesilla y el encendedor y puse rumbo al balcón. Me senté en una de las sillas polvorientas y me encendí el cigarrillo. El humo del pitillo contrarrestaba el olor optimista de la mañana. Empezaba el ajetreo y los claxons, los timbres de bici y los llantos de niños llenaban el aire. Escuché unos pies descalzos tras de mí.

 Dí una larga calada y me giré. Ella estaba apoyada en el marco de la ventana con la larga melena revuelta y mi camiseta puesta, dejando al descubierto su hombro y sus largas piernas.

 - ¿Te he despertado?-
 - Al abrir la ventana.- Bostezó y se quitó un mechón de pelo de la cara que, instantáneamente, volvió a posarse sobre sus ojos claros, intensos. Ojos que no dejaban de mirarme interrogantes y curiosos.
 - ¿No tienes frío?- Le pregunte como vano intento de entablar conversación.
 - Estoy bien.

 Se acercó un par de pasos, tomó el cigarrillo de mis labios y le dió una calada al tiempo que se sentaba en la polvorienta silla de al lado. Ambos nos quedamos en silencio mirando el cielo gris de la mañana.
 En ocasiones la miraba con curiosidad, tan relajada, respirando y fumando como si el pitillo fuese parte de ella y mirando el amanecer como quien mira algo que siente haber perdido.

 - ¿Por qué una raspa de pescado?- Me dijo lanzando el cigarrillo sobre la barandilla.
 - De niño casi me ahogo con una.
 - ¿Eras retrasado o algo así?- Se rió con una risa tan musical que me dejó bloqueado un momento.
 - Estábamos en una comida familiar. Yo odiaba el pescado y mi padre me obligó a comerlo. No lo pensé demasiado y me lo metí entero en la boca. Acabé morado y en el hospital.
 - Y decidiste tatuarte a tu verdugo.
 - Así no olvidaré nunca que la raspa no se traga.

 Se arrebujó en mi camiseta y me miró sonriendo. Después siguió mirando el cielo, ésta vez cerró los ojos, como si las nubes fuesen a abrazarla de un momento a otro.
 Me sentí extrañamente cómodo. Era extraño porque jamás me sentía cómodo con cualquier otra persona.

 Me levanté, alzó los ojos, la cogí de los brazos obligándola a ponerse en pie y la besé. La besé como nunca había besado y como creí que nunca besaría a nadie.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Smile, you are alive!

 Para empezar, ¡gracias por las 1000 visitas! A pesar de que tengo el blog bastante abandonadillo, vosotros seguíis ahí.

 Y lo segundo, ¡Daria está completa! después de un añito y ocho meses de tener su cabeza, que me costó sudor y lágrimas, (Es un molde limitado de Fairyland, una Juri de 2011) pero por fin hace poquito llegó su cuerpo y hace unos días su peluquilla, así que dejo las fotos que más me gustaron de ella, que me tiene enchochada.




  Tengo que dejar claro que sólo hablo como una petarda cuando se trata de mis pequeñicos, (¡¿LO VÉIS?!)


 ¡Gracias de nuevo por las 1000 visitas, espero poder recompensaros con 1000 sonrisas de Daria!

martes, 10 de septiembre de 2013

100BJD: Pesadilla

Más que una foto en sí sola, es una preview de una fotohistoria bastante breve que ya subiré y así de paso, empiezo con el 100BJD, que ya es hora.


domingo, 11 de agosto de 2013

Scene 20: Pijama

 Me desperté con unos fuertes golpes de nudillos. Me levanté despacio y abrí la puerta. Una eufórica mata de pelo entró casi volando en la habitación.

 - ¡Tienes mayordomo! ¿Por qué no me dijiste que tienes mayordomo? -

 Aún estaba en el país de los sueños y no distinguía dónde estaba ni quién era yo. Me froté los ojos y bostecé, lo cual sirvió como señal de que no tenía capacidad para contestar a preguntas que requiriesen una respuesta de más de una sílaba.
 Se me quedó mirando con esos ojos grandes suyos, examinando mi pantalón de pijama y mi torso desnudo. Casi diría que se sonrojó. Bajó la mirada y el tono de voz.

 - Erm... Siento si he venido en un mal momento. Quería pedirte perdón por largarme como lo hice el otro día. No estuvo bien. -

 - ¿Has venido sólo por eso? -

 - No. Quería saber qué era eso en lo que necesitabas ayuda. -

 Suspiré. ¡Sí, joder! Ya pensaba que había perdido toda posibilidad de resolver toda éste puto sinsentido.

 - Pasa, ponte cómoda. Está algo desordenado pero...

 - ¿Algo desordenado? Mi cesta de la ropa sucia está más ordenada que ésto. ¿Qué digo? Mi cesta de la ropa sucia huele mejor que ésto. -

 - Se me olvidaba que eres una maldita pija repipi... -

 - Se me olvidaba que eres un impertinente. -

 Quité un par de vaqueros del sofá y se sentó.
 Nos quedamos en silencio. Ella examinando la habitación con la mirada y yo tratando de poner las ideas en su sitio. Aún no me había espabilado del todo.

 - ¿Sabes? Mi hermano pequeño dice que sueña contigo. Que habla contigo. Lógicamente le he dicho que sólo es un sueño, pero se empeña en que es real. - Entrecerró los ojos y la voz se le tornó dulce.

 - ¿Cómo me conoce tu hermano? -

 - Nos vio juntos el otro día camino del restaurante. Me dijo que te conocía. Que hablábais en sus sueños. -

 - Así que no me equivocaba... - Dije en voz baja, casi para mí.

 - ¿Perdona? -

 Un escalofrío me recorrió la espalda. No sabía si de alivio o de miedo.
 Suspiré, me senté en el suelo con las piernas cruzadas y coloque mis manos sobre sus rodillas. La miré intensamente a los ojos. Me devolvió una mirada llena de preguntas e intriga.

 - ¿Has venido aquí directamente desde casa? -

 - Sí. ¿Por q... ? -

 - ¿Dónde estaba tu hermano cuando has salido por la puerta? -

 - Durmiendo... Oye, ¿no insinuarás que... ? -

 - ¿Y si te dijera que lo que Erico te ha contado no es ninguna tontería?

martes, 16 de julio de 2013

Condena.

 Las antorchas se elevaban a su espalda y la cuerdas en las muñecas le apretaban. Era la primera vez en su vida que sentía dolor físico. Podría haberse liberado fácilmente, pero ni si quiera se le pasó por la cabeza intentarlo. Se sentía humana, pero no viva. Ya no.
 No podía dejar de sonreír, se sentía igual a los demás, a todos los que ayer habrían dado todo por besar sus pies y hoy se alzaban contra ella.

domingo, 17 de marzo de 2013

Sorpréndeme esperando

 Pasamos la vida esperando; esperando que llegue el día, la hora, la persona, la mirada, incluso el beso y lo que ello conlleva. Y creemos que todo lo que esperamos será como soñamos, e indudablemente, por un momento, creemos que será real.

 Y allí estaba yo, de pie junto a aquel semáforo donde unas horas atrás había tropezado yo tan torpemente y donde aquel chico, Alex, al que sólo conocía por su cara de sueño y su forma de bostezar a tan sólo unos centímetros cada mañana, me había hecho la promesa de invitarme a comer. 
 No tardó demasiado en llegar, despeinado y un poco a la carrera. Estaba claro que no esperaba verme allí, porque en el momento en que me vio, puso cara de sorpresa y sonrió levantando las comisuras de los labios y mostrando los dientes. Es curioso que yo también me encontrase sorprendida, no sólo por el hecho de haber acudido, sino al verle sonreír; creía que era de esos chicos que nunca sonreía. 
 Me percaté de que, inevitablemente, me había hecho una imagen de él sin ni siquiera conocerle, así que decidí empezar de cero con él, ser simpática y bajar las defensas que había activado en el momento en que me habló. 
 Se acercó a paso rápido y en un par de zancadas llegó hasta donde yo estaba. Decidí sonreír y esperar a que él me saludara primero.

 - Qué puntual, ¿tantas ganas tenías de verme? -Me iba a costar mucho ser simpática.
 - No soy yo la que va a echar la bilis. 

 Sonrió desafiante y me anoté un tanto. 



 Me llevó a un local no muy lejos de casa. Había estado pasando durante años por la puerta y nunca había entrado. Un discreto cartel metálico sobre la puerta anunciaba ''Guilty''. Para entrar había que atravesar dos puertas: Una de rejas como la de una celda y una de madera pulida bastante pesada. Alex me sostuvo la puerta para que pasara. 
 El lugar me resultó terriblemente original, con las paredes de cemento y cuentas de días infinitos en las paredes. Las mesas eran de metal también y las sillas, aunque de barrotes y aspecto incómodo, eran sorprendentemente confortables. Eché un ojo a la carta y me fijé en que todos los platos tenían nombres peculiares. Yo pedí una silla eléctrica, que consistía en un filete poco hecho con una salsa de queso roquefort un poco fuerte, mientras que Alex pidió una muerte lenta, que venía a ser un enorme bistec de al menos dos dedos de grosor que, muy a duras penas pudo acabarse. 
 Sonaba música estilo años cincuenta y al reconocer la canción, me concentré cerrando los ojos, en la suave voz aterciopelada del cantante.

- ¿Te gusta ésta música? 
- Ahám. -Asentí sin abrir los ojos.
- ¿Conoces la canción? 
- Ahám. 

 Se quedó en silencio visto mi poco interés en mantener una conversación que requiriese una palabra de más de dos sílabas por mi parte. 

- Apenas has abierto la boca mientras comíamos.
- La he abierto, pero sólo para comer. 
- Eres aburrida.
- Y tú un maleducado.
- Vaaaya, además eres una señoritinga pija. -Abrí los ojos.
- De eso nada. 
- Oh, vamos, -Por su cara se extendió una sonrisa burlona.- ni me había fijado en la marca de tu jersey, ¡a saber cuánto te habrá costado!
- ¿Siempre eres así de irritante?
- ¿Siempre eres así de irritable?
- He preguntado yo primero. 
- Y yo he pasado de contestar.
- Mira, no sé para qué me has invitado a venir. Será mejor que me vaya.

 Su cara se puso seria de golpe.

- No puedes irte.

 Le miré, sorprendida, buscando una razón coherente que me atase esa persona, en ese lugar y en ese instante. En la canción sonaba un sólo de trompeta. Aguardé, parecía querer añadir algo.

- Necesito tu ayuda.